Cuando un Ayuntamiento quiere que le diseñemos un proyecto de Dinamizaón Económica basado en el turismo, lo primero que les preguntamos es¿Cuántos turistas puede asumir el pueblo sin ocasionar problemas en la recogida de basuras, en alcantarillado, en el secado de fuentes, que no pisen los sembrados, no ocasionen atascos en sitios y horas clave, y cualquier otra cuestión que ayude a dimensionar los proyectos de manera que sean beneficiosos y no gravosos para el pueblo.
Pero a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque y algunas actividades pueden costar más de lo que producen. Llegados a este punto, no puedo dejar de recordar un pueblo que gastó una ingente parte de su presupuesto municipal en despejar unas antiguas trincheras y hacer un camino para que pudieran visitarlas los turistas, pero no se les había ocurrido poner un pequeño kiosco, relativamente cerca del monumento. Por tanto, los turistas, que iban por cientos cada mes, llegaban al pueblo, aparcaban, ocasionando problemas de falta de espacio de aparcamiento btt a espantar las cabras por los caminos forestales y falta de aparcamiento para los vecinos. El aparcamiento tampoco tenía un kiosco ni siquiera una máquina de vending para vender botellas de agua y tampoco un cartel indicando que a 800m. Había una tienda y un bar. El pueblo gastaba mucho en dar servicios a los turistas, pero no obtenía ningún beneficio a cambio. Es más, tenía que mantener y vaciar papeleras, recoger basura que tiraban los turistas, etc.
Ese mismo caso, en dimensiones mayores, ocurre en las poblaciones que atraen y mantienen el turismo de borracheras, de Todo Incluido, que se quedan en hoteles que les cobran en su país de origen y que vienen con sus propios equipos de animadores, guías y hasta limpiadoras. Hasta algunos traen las bebidas y parte de la comida en contenedores desde otros países donde les sale más barato. Hoteles que solo dejan en el pueblo un Ibi, y unas obligaciones de suministrarles suficiente agua para despilfarrar y un adecuado servicio de alcantarillado, limpieza de calles y hasta de policia.
Peor aún son los apartamentos turisticos clandestinos, que, contraviniendo la filosofía original de las plataformas de hogares compartidos, que estaban orientadas a personas viajeras (que no es lo mismo que turistas) pudiesen alojarse en la habitación libre que tenía alguien en su casa y conocer directamente la cultura local, ahora se dedican a alquilar apartamentos completos para hacer fiestas para dos docenas de personas, sin que la propia Policía Local tenga un suficiente argumentario y cobertura legal, para echarles con sus maletas a la calle a las cuatro de mañana y encima poder sancionarles con una importante multa por contaminación acústica.
Si los autobuses urbanos, que van hacia la playa, están llenos de turistas okupando (con k) los asientos reservados para personas con movilidad reducida, para ver mejor los paisajes urbanos, y compitiendo por esos asientos que no necesitan con las personas recién jubiladas locales, que se creen que por tener el bono-oro, que se les da para tener los autobuses más baratos cuando se jubilan, pues se les supone una importante merma en sus ngresos y que también pugnan por okupar esos asientos, cuando podrían perfectamente estar de pié. Cuando esto ocurre, la población local se cansa y comienza una suerte de turismofobia que puede obligar, como por ejemplo en Barcelona a retirar una línea de autobuses (la 116) de los navegadores más usados en los teléfonos móviles.
Este hastío lo aprovechan electoralmente algunas plataformas de Xenofobia Selectiva (que exigen regularización para los manteros, lo cual está bien, pero no es coherente defender a unos extranjeros por ser pobres y atacar a otros por tener algo más de recursos, pues el turismo de botellón lo suelen practicar las clases populares) para lanzar sus proclamas contra los extranjeros ricos que dañan el entorno idílico que se encontraron, pues en muchas ocasiones, quienes las lideran, protestan en realidad porque habían descubierto un paraíso y lo querían solo para ellos. Y usan términos con gentrificación cuando fueron ellos los primeros en alquilar habitaciones en pisos okupados, por 16€ la noche pasando luego a alquilar y luego comprar casa. Lo que ocurre, por ejemplo en Valencia, es que su ejemplo lo tomaron muchos otros, y al haber más competencia, los precios bajan en todo el entorno.
Ya se empiezan a ver por nuestras ciudades a Begpackers,
‘beg’ (mendigar) y ‘packer’ (mochilero) , que son viajeros occidentales que viajan por el mundo, incluyendo países muy pobres, pidiendo limosna para continuar su viaje. .
Recordemos que el valor del oro es alto porque es escaso. La sobresaturación desacredita un destino turístico. Y los mensajes xenófobos de los carteles de alguna manifestación, pueden cargarse un destino completamente. Si las agencias de viajes perciben miedo o malas experiencias entre sus clientes, elegirán otros destinos y recuperar un cliente perdido cuesta 10 veces más que captar uno nuevo. Por mucho que los políticos más serios digan que no va a haber agresiones a los turistas, el daño ya está hecho.